Reflexión Mariana

                
Frecuentemente muchos cristianos de iglesias protestantes critican la relación que los católicos tenemos con la Virgen María. Algunos protestantes aceptan que María fue la madre de Jesús, sin embargo no pueden aceptar que Dios la escogió para ser también nuestra maestra y modelo a seguir. Si miramos la primera aparición de María en Lucas 1,28-38,  podemos ver la importancia de su papel en la humanidad en la Anunciación.

Los católicos entendemos lo importante que es la Anunciación para la historia de la salvación de la humanidad, tanto que se ha incluido como la primera meditación de los misterios gozosos del rosario. A menudo, estos misterios, como el de la Anunciación, y el rosario, son malinterpretados como adoración a María. Como cristianos, tenemos claro que solamente adoramos a Dios, y al mismo tiempo honramos a María por haber traído a Jesús al mundo. Cuando oramos el Ave María, no solamente estamos siguiendo la Escritura donde el ángel Gabriel dijo, “Dios te salve María, llena eres de gracia”… bendita eres entre todas las mujeres”… (28)  El propio mensajero de Dios la proclama como bendita, como la favorita entre todas las mujeres, a quien respeta y a quien nosotros también debemos respetar, no sólo como la madre de Jesús sino como modelo a seguir y guía.

Podemos llamarle nuestro modelo por varias razones. Primero, María es modelo a seguir para todos los cristianos porque fue la primera en aceptar a Jesús en su vida. Lo aceptó antes de nacer. Su sí a Dios es un ejemplo de cómo nosotros podemos responder a Dios. Cuando se enfrenta al poder de Dios, por medio del ángel Gabriel, aunque tiene miedo, no huye. Tampoco duda del poder de Dios y la posibilidad de crear vida en una virgen, aunque sí pregunta, ¿cómo es esto posible? Ella es nuestro ejemplo porque nos muestra que la única respuesta para Dios es “hágase tu voluntad”… (38) las mismas palabras que después Jesús diría en el Padre Nuestro.

También la llamamos nuestro modelo a seguir porque el ángel Gabriel nos dice que ha recibido el favor de Dios. En algunas Biblias, se refiere a ella como “la favorecida”. Durante siglos, hemos entendido que recibió este honor porque llevó una vida ejemplar y Dios sintió que ella sería el mejor ejemplo para el Hijo de Dios. Si ella fue el mejor ejemplo para el Hijo de Dios, ciertamente merece ser nuestro ejemplo también.

Aunque, ella es más que un ejemplo a seguir, también es nuestra maestra. En esta pequeña historia, ella nos enseña lo que es la fe y cómo vivirla en Dios. Cuando pregunta ¿cómo es esto posible? nos enseña que la fe es un misterio. No existe un entendimiento completo de la fe o la voluntad de Dios, que va más allá de nuestra mente humana. La fe significa creer en algo que no entenderemos completamente. La fe nos pide decir sí a Dios, aun cuando no alcancemos a comprenderlo todo.

Nos enseña también que para seguir a Jesús en la fe debemos hacer dos cosas. La fe necesita palabras y acciones. Lo primero que ella hace es profesar con palabras, nosotros también deberíamos hacerlo, decir sí a Dios. Fe no es sólo un pensamiento, requiere que pronunciemos en alto estas palabras para que Dios y otros puedan escuchar lo que hay en nuestro corazón.

María, en su fe, acepta las  palabras del ángel Gabriel “para Dios nada es imposible” (37). Ella le da el sí  porque sabe que “ella es la esclava del Señor” (38). Aún después de que el ángel Gabriel le dice “el fruto santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios” (35) ella no se cree la persona más importante del mundo, sino que más bien ve claramente quién es ella ante los ojos de Dios, su esclava. Como la esclava del Señor, su respuesta nos enseña que la fe nos pide rendirnos completamente a la voluntad de Dios en cuerpo y mente. Somos llamados, como María, a dar un espacio a Jesús en nuestro cuerpo. No lo llevaremos en nuestro vientre como lo hizo María, sin embargo se nos llama a recibirlo por medio de la reflexión diaria en la Palabra de Dios, en nuestras oraciones, en los rosarios y, en el sacramento de la Eucaristía.

Su completa rendición a la voluntad de Dios es la segunda razón por la cual es nuestra maestra. María nos enseña que la fe no sólo se expresa con palabras. Nos enseña que la fe debe expresarse con acciones, así como ella lo hizo con su sí, con toda su fuerza, cuerpo y mente. María vive el mandamiento más grande de Jesús aún antes de Él haberlo dicho. Nos enseña que para vivir nuestra fe no sólo puede hacerse con palabras, oraciones o rosarios. Nuestras palabras deben convertirse en acciones para que se cumpla la voluntad de Dios.

María sabe y nos enseña que la única respuesta ante el poder de Dios, o cualquier otro poder, es no responder con más poder, sino responder en amor al servicio. Siguiendo los pasos de María, se nos llama a responder a Dios en amor sirviendo a otros, especialmente a los más necesitados. Nuestro mundo tiene muchos problemas porque muchos creen que la única respuesta al poder es respondiendo con más poder.  Cuando nos enfrentemos al poder de Dios, o al poder de los hombres y respondemos con servicio, Cristo vuelve a nacer en nuestro mundo.

Si seguimos el ejemplo de María como nuestra maestra, nuestras palabras y nuestras vidas serán la nueva Anunciación en nuestro mundo pues anunciaremos que Dios ha nacido de nuevo por medio de nuestras palabras y nuestras acciones. Nuestro servicio a los demás será la nueva Anunciación para todos los que lo conozcan, lo amen y sean sus servidores, así como nosotros lo hicimos y como María lo hizo.  Y todo comienza con nuestro sí.

 
Oprimir CTRL para varias opciones

Síguenos en: